lunes, 4 de julio de 2016

Superclásico

Fue bajo el mando de José Mourinho que el Barcelona-Madrid pasó a ser el Superclásico. Antes de los dedos en el ojo y los aspavientos mutuos el único Clásico que existía – Boca/River aparte claro – era un libro viejo escrito en algo precursor del español que te obligaban a punta de pistola a leer en el colegio.



Me leí "El Jarama" hace unos años, atraído por el ruido de su 50 aniversario. La portada anuncia que ganó el Nadal en el año 1955 – ya he comentado que me suelo dejar deslumbrar por los premios, pero el Nadal me deja un poco frío. En general veía el libro de Ferlosio como representante de la categoria de “Superclásicos”. No podía estar más equivocado. Toda una era cabe en el libro. El choque entre la cuadrilla de jóvenes urbanitas que vienen de la ciudad a pasar el día – alguna tan fresca que ¡lleva las axilas depiladas! - y los habitantes del pueblo - que tienen un punto cabrón y se llaman entre sí calamidad y fenómeno de feria o directamente por el mote ("Coca-coña" debería patentarse) con mucha familiaridad - está muy bien contado. Claro que la forma de hablar y de relacionarse de los “jóvenes urbanitas” del Jarama nos parecen ahora prehistóricos, pero a ratos parece que estoy oyendo a mis padres una tarde de verano de hace siglos, tomando café después de una merienda en el campo.  A la gente del Jarama también le cantan las tripas cuando oyen a las sardinas cantando el rosario en las brasas, y se hacen mataduras en las piernas con las aliagas. Si se aburren como una mona se van a dar un garbeo, a guipar a los amigos. Y cuando la tarde llama a la siesta, arrean a los niños para la calle antes de que les pongan negros.

La parte final del libro, con la intriga del cuerpo en el agua me hace pensar en "Tormenta de Verano" de Hortelano – que abandoné a las 30 páginas después de disfrutar como un enano con "Mary Tribune" – y me interesa un poco menos, pero aún así el Jarama daría para una mini-serie fabulosa.


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